En nuestros días, debido al desarrollo de la ciencia, nuestra esperanza de vida ha crecido exponencialmente, lo que conlleva un considerable envejecimiento de la población.
Socialmente el concepto que se tiene sobre la vejez sumado a los cambios físicos y psíquicos que se producen en el envejecimiento, pueden hacer que el adulto mayor se sienta a veces alejado de la sociedad y que aparezcan sentimientos de inutilidad y de vacío.
Una manera de trabajar en base al autodesarrollo y el autoconocimiento en la tercera edad es la formación.
Los estudios afirman que el anciano ha de ser formado para aprender a envejecer. La etapa de la tercera edad es una más dentro del proceso del desarrollo humano, y aunque todas ellas son importantes, ésta lo es especialmente, porque es el resumen y colofón de todas las demás, por lo que es necesario que las personas que ya han llegado a esta etapa como las que han de llegar, la conozcan para poder vivirla mejor.
Educación y desarrollo van de la mano, y la formación permanente debe garantizarse como un valor necesario durante toda la vida. Hablar de educación y envejecimiento en otros tiempos hubiera parecido un despropósito porque parece que la educación sólo puede ir dirigida a jóvenes y adultos.
Cada vez es mayor la cantidad de mayores que terminada su “vida activa” hacen frente a una casi una tercera parte de su vida que les queda por vivir y reclaman espacios de aprendizaje y actividades para seguir insertos en la sociedad, por lo cual:
- Se debe ofrecer a los mayores una mejor comprensión del proceso de envejecer.
- Posibilitar el aprendizaje favoreciendo información, eliminando prejuicios.
- Ayudarles a llenar el tiempo libre con actividades corporales, intelectuales y sociales.
- Favorecer su participación en la comunidad de la “vida activa”.
- Promocionar la salud para el auto-cuidado y la autonomía.
Siempre se puede aprender, aunque sea a otro ritmo y con otros objetivos.
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